domingo, 1 de mayo de 2011

Miles de peregrinos en la vigilia papal evocan a Juan Pablo II

Decenas de miles de peregrinos, sobre todo polacos, y algunos mandatarios internacionales, entre ellos el dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, llegaron a Roma para la beatificación de Juan Pablo II, que oficiará este domingo Benedicto XVI en la plaza de San Pedro.
Cerca de 200.000 personas han participado en la vigilia celebrada en el Circo Máximo. Bajo un cielo por fin sereno, aclarado por las luces delicadas de miles de velas, los peregrinos llegados de varios rincones del mundo rezaron y escucharon canciones y anécdotas de personas que estuvieron muy unidas al Pontífice polaco: su secretario personal, el cardenal de Cracovia Stanisalw Dziwisz; su portavoz, Joaquín Navarro-Valls, y Marie Simone-Pierre, la monja francesa que confirmó la beatificación de Juan Pablo curándose del parkinson unos días después de la muerte del papa.
La religiosa de las Maternidades Católicas no conoció a Karol Wojtyla. "Empecé a sufrir el parkinson", contó en francés, "cuando tenía sólo 40 años, y después de la diagnosis me costaba mucho ver a Juan Pablo II en la televisión, me presentaba la imagen de mi propia enfermedad".
Cuando murió el Papa, "sentí un gran vacío, la sensación de quien pierde un amigo, una persona querida, alguien que me comprendía". El 13 de mayo de 2005, Benedicto XVI anunció la dispensa de la espera del plazo de cinco años desde su muerte para el inicio del proceso de beatificación. La monja pidió la baja a su superiora, que decidió rezar una novena. No sucedió nada. Pero unos días después, repentinamente, la religiosa se curó por completo. "Sentí como una voz interior que decía 'Toma la pluma y escribe'.
"He venido porque nací y crecí identificando con él la silla de Pedro. Siempre lo llevaré en el corazón", cuenta Melissa Lerose, de 23 años. Encima del enorme escenario, una presentadora alta y morena presentaba con el estilo de un espectáculo televisado al coro que empieza a cantar
"¡Aleluya!". Entre los fieles que escuchan en silencio o intercambiando palabras discretas, se mueven los voluntarios del ayuntamiento, algunos distribuyen agua, otros bocadillos.
Desconocidos que hablan idiomas distintos se sonríen y se piden fuego para encender sus velas. "Es otro milagro del Papa Bueno", comenta Martina Tieppo, de 25 años, que llega desde Venecia con un grupo de coetáneos. "Cuando él estaba vivo yo no creía en nada. Un año después de su muerte, me resonó en la cabeza su voz que decía: 'No tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo' y me acerqué a la fe. Estoy aquí para agradecérselo".
La joven tiene apoyada a las piernas una gran mochila con un saco de dormir enrollado: "Vamos a pasar la noche afuera, pasando de una iglesia a otra [se quedan abiertos los templos principales de la ciudad]. Sobre las cinco vamos directos a San Pedro".
La ceremonia comienza a las diez de la mañana hora de Italia. El ataúd con los restos del papa Wojtyla fue exhumado el viernes y será expuesto en el altar mayor de la Basílica vaticana desde el final del acto de beatificación hasta el lunes, momento en el que será depositado en la capilla de San Sebastián, cerca de la Piedad de Miguel Ángel.

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